Hace poco había llegado a la ciudad antigua, según sabía en aquel lugar era, como su propio nombre decía, la ciudad más antigua de todo Westeros, incluso había leído en la biblioteca de Altojardín que aquel lugar fundado por los primeros hombres no respondió agresivamente a la llegada de los Ándalos, por el contrario les dieron la bienvenida y estos los dejaron en paz, no hubo guerra, y la ciudad no fue devastada y reformada como fueron las demás.
Miraba tranquilamente los alrededores, un manto color marrón oscuro le cubría de pie a cabeza, la sombra que dejaba aquel manto hacía que su rostro estuviese oculto, ya había pasado hace poco por la Citadela de la Orden de los Maesters, debía enviar un pequeño recado para el Maester de Altojardín. Era un buen hombre, sabía, tenía tantos collares de tantos materiales que lo demostraban sin duda. Pesados, no era alguien tan anciano como otros que había conocido., pero aun así lo era.
Caminaba por esas arcaicas calles, el sol estaba fuerte, pero ya estaba acostumbrado no era la primera vez que caminaba por esos lugares, en realidad parte de un entrenamiento dado por Lord Jonas. De momento caminaba tranquilo, aunque ciertamente de momento a otro se sintió incomodo, estremecido, sintiéndose observado…
Caminaba por una calle muy estrella, algunos vendedores allí se encontraban, pero nada que significase un movimiento extraño para él, más sin dudas presentía algo. De repente vio como una sombra se movía entre la gente, y se acercaba, rápidamente desenvainó una pequeña daga que tenía en su cinturón, era de acero verde, con palabras rúnicas utilizadas para la protección, estuvo unos segundos disfrutando del equilibrio y el volumen ideales que aquella daga significaban para su cuerpo, observó entre las palabras rúnicas una rosa que sobresalía, y por un momento visualizó el castillo donde creció, visualizó Altojardín en su esplendor, y se estremeció al sentirse tan lejos de casa. Violentamente giró, a tiempo para colocar en el cuello de su persecutor
Dame una razón por la que no debería cortarte el cuello –Dijo observando al hombre, era muy corpulento, sus facciones eran toscas, su ropa harapienta, una musculatura descomunal. Aunque esto lo hacía ver torpe. Él se quedó quito. Cómo si esperase algo en ese mismo momento giró unos momentos para ver su alrededor y notó como todos los mercaderes y los escasos ciudadanos que allí estaban se habían desvanecido, ya no estaban, simplemente parecía como si nunca hubiesen estado ahí, aunque sus puestos están vacíos, en esos instantes comenzó a escuchar una voz que provenía de su espalda, y sintió el nerviosismo apoderarse de él tan solo dos segundos, más luego había recuperado la tranquilidad. Corría demasiado peligro como para descontrolarse, se recordó a si mismo.
-Saludos, Sammuel Flowers de Altojardín…La Espina-Dijo la voz que venía desde su espalda.
-¿Con quién tengo el gusto?-Pronunció el Bastardo con vos, aún conservaba la finura y la cortesía en aquel momento, nunca pareció verse más tranquilo, eso incomodaba al hombre corpulento que estaba próximo a herir.
-No importa por el momento, Flowers –Dijo aquel hombre observando inquisitivamente al hombre que estaba en grave peligro– Simpático muchacho ¿Eh?-Dijo en un tono serio, intentaba sonreír pero seguía mostrándose serio, Sam sin dudas estaba bastante intrigado en todo esto, más de lo que quería admitir.
-Sigo esperando motivos por los cuales tu amigo debe seguir vivo, y ya que estás motivos para no eliminarte a ti al acabar –La voz de Sam era fría como el hielo, fatal como una flecha dando el ultimátum a una vida. O tal vez a dos.
-No puedo darte tal razón…-Dijo dubitativo –Puedo si darte razones por las cuales debes matarlo…-Dijo ahora sí sonriendo, Sam no podía creer lo que escuchaba, el bastardo de Altojardín pudo omitir cualquier expresión de sorpresa en su rostro, aunque lo estaba muy en su interior. No dijo nada, apenas se escuchaba su respiración calma.
-Este hombre es un violador, y no sólo eso, violó a su propia hermana durante quince años…y la embarazó muchas veces –Hiso una pausa y observó a Sam abrir los ojos como platos hacía el hombre, este parecía asustado, parecía como si algo que el planeaba no hubiese salido bien, miraba rogante al locutor que dialogaba con Sam, como si esperase hiciese todo lo contrario a lo que hacía –Obviamente la embarazó muchísimas veces, aunque ningún niño vio la luz del sol…quién sabe cuántas almas habían sido sofocadas por este hombre, les quitó la posibilidad de ver, de sentir, de amar…todo se volvió negro para…sus hijos –Negó con la cabeza –Pobre mujer…al pasar el tiempo simplemente perdió la conciencia, su vida era un infierno, intentaba acabarla día a día, el último tiempo él la tenía atada en un sótano, de pies y manos, y en el cuello, siempre abierta de piernas en una cama dónde la violaba día a día…hasta que un día decidió ya no darle de beber, ni de comer…-Dijo bajando la cabeza, en ese momento pareció dejar de ser un siniestro actor, pareció sentir el dolor de aquella mujer –Murió pronto por supuesto…un joven panadero denunció la desaparición de su clienta…así llegamos a él –Dijo otra vez firme –Te dejo la sentencia a ti dime…¿Qué es lo que merece? –Dijo al final.
-Muerte…-Dijo instintivamente e instantáneamente, observó fijamente los ojos del hombre, asustado, nada temerario, pronto vio que conocía su destino, no negó nada, y Flowers sintió que la verdad salía de su mirada, el bastardo nunca sintió tanto desprecio por algo, tomó con más firmeza la empuñadura de su daga y la afirmó a la garganta de aquel sujeto. Notó como la sangre comenzaba a salir, así como el gesto de dolor del Violador fue notorio, Sam seguía serio, en verdad no disfrutaba con aquello, y supo que nunca lo haría.
-Amaba a mí hermana…sólo…me equivoqué en la forma-Dijo titubeante, Sam sintió una gran ira apoderándose de él, confirmaba todo, y sínicamente alegaba a que el amor había sido la fuente de aquella barbarie, en ese momento confirmó que la muerte era lo único que merecía aquel hombre…bueno si se lo podía llamar así.
No era un asesino de espíritu, más sí se sintió un hombre con un alma en busca de justicia, justicia que quería encontrar, Sam Flowers quería vengar a la inocente que jamás conoció, pero en esos momentos sintió suyo su dolor, sintió suyo el grito del aquella alma en pena, y el clamor de venganza justa se incrustó en el alma de Sam…separó unos segundos la daga de su cuello, para dar un golpe curvo feroz hacia su cuello, clavándola en el mismo, aquel hombre no se resistía, había aceptado su destino hace bastante por lo que presentía…en medio de todo esto se preguntó que rayos había planeado aquel hombre atrás suyo, el bandido se desplomó enseguida, y Sam fue siguiendo su caída con el cuerpo, aun manteniendo la daga en su interior, ya en el piso, giró la daga dentro del hombre que estaba asesinando, quebrando los huesos de su cuello.
Sam vio su ropa manchada de sangre, su cuello y su rostro, incluso sintió parte de su cabello teñido con la sangre de aquel impuro. Se giró para observar al hombre que antes estaba a su espalda, ahora estaban frente a frente, tenía un manto sobre él similar al que él llevaba, aunque era violeta, en un tono muy fuerte, notó en su cuello alguna prenda de color rojo, uno muy fuerte, y a pesar de las sombras que inundaban su rostro un destello amarillo resaltó dentro de ellos.
“Qué el alma mancillada se aparte…qué el alma libre de corrupción avance sobre la vida”-Pronunció al final.
Dom Nov 06, 2011 3:55 am